Entre tú y Dios
‘Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.’ Mateo 6:6
Todos nosotros necesitamos un momento a solas con Dios diariamente. Si hemos de escuchar Su voz debemos ser intencionales en buscarle. A menudo, necesitamos alejarnos del ruido terrenal y construir momentos de intimidad con Dios. Ya sea a través de la oración, la meditación en la Escritura o la adoración, ubicar ese lugar tranquilo nos ayuda a sintonizar la voz de Dios.
Ahora bien, nadie tiene que enterarse que estuviste con Dios a solas. El fruto debe hablar por sí solo. Cuando revelas o promueves tu intimidad con Dios ya la intimidad no es íntima, sino pública. Así como ninguna pareja sana y sobria revela su intimidad a los demás, así tampoco un hijo de Dios debe revelar su intimidad con Dios a los demás. Por eso dice “tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Si revelas el secreto perderás tu recompensa (Mateo 6:5), o tu única recompensa será que las personas digan de ti “qué espiritual eres”, pero no habrá verdadera recompensa divina.
De hecho, el que promueve su disciplina de oración está contradiciendo el carácter mismo de Dios y el de Su Hijo, quien no se mofa de espiritualidad (Marcos 10:18). Se supone que el tiempo de oración es para hablarle, escuchar Su voz y ser transformados de acuerdo a Su imagen (2 Corintios 3:18). Quien promueve su disciplina de oración es posible que haya estado orando consigo mismo y no con Dios (Lucas 18:11-14).
Así como Samuel no esperaba escuchar a Dios aquella noche, mas Dios eligió revelarsele de manera especial y sorpresiva (1 Samuel 3:3-11), así Dios nos sorprenderá con manifestaciones de Su presencia inesperadas.
OREMOS:
Padre celestial, reconozco que mi tiempo contigo es entre Tú y yo y nadie más. Ayúdame a entrar en el lugar secreto y a atesorar lo que allí me reveles. El nombre precioso de Tu Hijo Jesús, te lo pido. ¡Amen!
